El sábado por la mañana me levanté, desayuné y a la media hora salí a correr, sin tener muy claro por dónde ir.
Bajé hacia la Laguna de los Patos, y seguí hacia la Senda del Mesto. Me había propuesto correr una hora aproximadamente, pero dependía más de mi cintilla que de mis ganas de hacerlo.
El día estaba precioso y la temperatura ideal. Miré el reloj y me di cuenta de que no llegaría hasta donde me había propuesto, así que me fui hacia la Cascada del Hervidero. Justo al empezar el camino de vuelta, la cintilla empieza a molestar y al ratín ya duele. Sigo andando y aprovecho para hablar por teléfono con las niñas. Arranco otra vez a trote cochinero, y otra vez lo mismo. Vuelvo a andar y otra vez a trotar.
Bueno, a pesar de ello, me gustó correr por el campo y estar corriendo (en su mayoría) durante una hora y 20' a ritmo tranquilo.
El domingo, tocaba bici. Carlos me propuso una tapia en la Cdc, pero el cambio de hora y el despertador, me dejaron en la cama. Así que me fui a media mañana por Sanagus, e hice un mix de Monteoliva-Senda del Mesto.
Me caí en una zarza, me hice sangre con tanta espina, estropeé el cortavientos y volví dolorida a casa. Pero fueron casi 20 K que me supieron a gloria.
Rana rana, rana gorda...
He tardado casi 40 años en tener ganas de correr...y también de nadar y montar en bici.
En esto, como en todo, siempre hay un culpable o un motivo.
Me siento bien haciéndolo.
Unos días apetece más que otros, pero una vez que empiezas, ya no quieres parar.
En esto, como en todo, siempre hay un culpable o un motivo.
Me siento bien haciéndolo.
Unos días apetece más que otros, pero una vez que empiezas, ya no quieres parar.
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